Se debe tener presente que la planta de yerba mate no resiste largos períodos de sequía en el verano; se aclimata bien en zonas cálidas; crece solo en zonas específicas de producción y tiene propiedades nutricionales muy apreciadas.
El área de cultivo de la yerba mate es muy limitada, encontrándosela en estado silvestre o en plantaciones cultivadas hacia el Este, por el océano Atlántico, y al Oeste, por el río Paraguay, entre los 18º y 30º de latitud sur. Eso fue demostrado por los esfuerzos de cultivarla en otras regiones, y por los diferentes informes preparados por diversos autores. En particular, se destacan los trabajos de investigación desarrollados por el sabio suizo Moisés S. Bertoni.
El conocimiento de la yerba mate se remonta a los informes sobre la cultura guaranítica, tal como lo explica el Dr. Bertoni en varios de sus trabajos. Era usada por los indígenas, ya sea mascando las hojas o preparando una bebida refrescante. Para ellos, tenía un rol social más allá del fin meramente estimulante o nutritivo. Además, era objeto de culto y ritual, sirviendo de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos, como los incas, los charrúas y aun los araucanos, a través de los pampas, quienes de este modo, recibían yerba elaborada de manos de los guaraníes.
Entre los reportes históricos de la planta, se menciona que en abril de 1595, una ordenanza dictada por el teniente del gobernador Juan Caballero Bazán dispuso prohibir el tránsito por los yerbales en las proximidades del río Jejuí y también el cultivo de la yerba. El padre Pedro Lozano, en su Historia del Paraguay, afirma que “la yerba es el medio más idóneo que pudieran haber descubierto para destruir al género humano o a la nación de los indios guaraníes”.
En 1611, el gobernador de Asunción Marín Negrón dicta penas para las personas que tuvieran yerba, con cien latigazos para los indígenas y cien pesos de multa a los españoles. Lo mismo ocurría en Buenos Aires y, además de multa, se establecía la cárcel para los que tenían yerba.
Los primeros trabajos de reproducción de la planta fueron dificultosos, incluso para los jesuitas, quienes comprendieron el secreto de la misteriosa germinación de las semillas de yerba, descubriendo que solamente germinaban aquellas que habían pasado por el sistema digestivo de los tucanes.
Hoy en día, las semillas tratadas para el cultivo son extraídas de los frutos que maduran a mediados de marzo. Las semillas forman racimos en las ramas; son verdes primeramente y, cuando están maduras, adquieren un color violáceo como el vino. En este momento se deben cosechar para su multiplicación en almácigos y viveros. En trabajos que he realizado en Valepai, finca experimental de Caacupé, lo recomendable es, una vez recolectados los frutos, colocar estos en una bolsa de arpillera y sumergir en agua durante unos dos días. Este procedimiento se realiza con el fin de ablandar la pulpa que está adherida a las semillas. Después, los frutos se colocan sobre una tabla y se pasa sobre ellos una botella o un rodillo de madera con cierta presión a fin de conseguir que se abra la pulpa. Aparte, en un recipiente se tendrá agua mezclada con arena; ahí se colocan los frutos macerados; luego estos se estrujan con las manos hasta separar las semillas de la pulpa. A continuación, se lavan con agua limpia tantas veces como sea necesario hasta obtener semillas limpias. Es recomendable secar las semillas bajo sombra, en un lugar alto, seco y ventilado.
La siembra se puede realizar en almácigo, al voleo, empleando unos 400 g de semilla por metro cuadrado de almácigo, que se distribuyen uniformemente, presionando después con una tablilla o rodillo para conseguir adherencia al suelo. Conviene cubrir con una fina capa de tierra o mantillo de 1 cm de espesor. Para una hectárea se necesita 1 kg de semilla. El trasplante del almácigo al vivero se realiza cuando las plantitas tienen 4 cm a 5 cm de altura y tres a cuatro hojitas. Las plantitas del almácigo se extraen por grupos con una porción de tierra adherida y se plantan en un vivero a 25 cm entre hileras, y 10 cm a 15 cm entre plantas. Cuando estas plantitas alcanzan unos 20 cm de altura, se llevan al lugar definitivo, dejándose una distancia de 3 m a 4 m entre plantas y entre hileras para permitir un mejor cultivo. Al segundo año, se recomienda una poda de formación eliminando los chupones. La cosecha de las ramas de las cuales se extraerán las hojas, se hace después de los tres años. Algunas plantas permiten una entresacada a los dos años. Nosotros realizamos la recolección a los tres años mediante cortes adecuados de las ramas, con machete afilado y en ángulo para evitar daños a las plantas. El curado lo hicimos en forma artesanal. Para tener una idea del valor nutritivo de la yerba mate, tomemos como ejemplo el contenido de 50 gramos de ella, es decir, el contenido de un mate o la cantidad para preparar un litro de mate cocido. En esta cantidad podemos tener 40 kilocalorías y algo más de 1,5 g de proteína de buen valor biológico.
Prácticamente no contiene fibras alimentarias ni lípidos, sí algo de glúcidos, que es lo que le da la energía. Una gama apreciable de vitaminas está presente: 3.25 mg de ácido pantoténico (B3 y B5); 0.35 mg de rivoflavina o lactoflavina (B2); 0.121 mg de tiamina o vitamina antiberiberi (B1); y 0.50 mg de ácido ascórbico. Esto quiere decir que al consumir mate o cocido, se incorporan al organismo sustancias necesarias para el mantenimiento del organismo y para la salud.
Los minerales se encuentran presentes en una gama bien amplia y en cantidades apreciables. El más abundante es el potasio, con 548 mg. En una cebadura, podemos obtener además 330 mg de calcio y 185 mg de magnesio. También aporta hierro 23.6 mg; fósforo 17.20 mg; yodo 16 mg; zinc 4.75 mg y cobre 1.38 mg. A medida que más se estudia esta planta, se agregan más principios nutritivos.
Esta planta tiene además varias virtudes medicinales. Posee cafeína, lo que produce efectos parecidos al café y al té. El mate cocido se recomienda para lavar heridas y llagas supurantes, pues tiene una acción desinfectante. En las quemaduras se puede aplicar mate cocido frío; esto ayuda a aliviar el dolor. Nuestro acostumbrado tereré, además de quitar la sed, ayuda a reanimar a las personas que sufren de insolación. Se puede preparar una bebida fría poniendo una cebadura, es decir, unas tres cucharadas en un litro de agua a temperatura ambiente; se deja a la sombra por unas tres o cuatro horas; se cuela y luego se enfría. Se puede usar como agua de bebida o como paño refrescante en la cabeza. Las diferentes preparaciones se pueden endulzar con ka’a he’ê, que tiene varias propiedades medicinales además de edulcorante sin calorías.
Personalmente, recomiendo usar la base sobre la bombilla el ka’a he’ê y sobre ella la yerba mate.
El área de cultivo de la yerba mate es muy limitada, encontrándosela en estado silvestre o en plantaciones cultivadas hacia el Este, por el océano Atlántico, y al Oeste, por el río Paraguay, entre los 18º y 30º de latitud sur. Eso fue demostrado por los esfuerzos de cultivarla en otras regiones, y por los diferentes informes preparados por diversos autores. En particular, se destacan los trabajos de investigación desarrollados por el sabio suizo Moisés S. Bertoni.
El conocimiento de la yerba mate se remonta a los informes sobre la cultura guaranítica, tal como lo explica el Dr. Bertoni en varios de sus trabajos. Era usada por los indígenas, ya sea mascando las hojas o preparando una bebida refrescante. Para ellos, tenía un rol social más allá del fin meramente estimulante o nutritivo. Además, era objeto de culto y ritual, sirviendo de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos, como los incas, los charrúas y aun los araucanos, a través de los pampas, quienes de este modo, recibían yerba elaborada de manos de los guaraníes.
Entre los reportes históricos de la planta, se menciona que en abril de 1595, una ordenanza dictada por el teniente del gobernador Juan Caballero Bazán dispuso prohibir el tránsito por los yerbales en las proximidades del río Jejuí y también el cultivo de la yerba. El padre Pedro Lozano, en su Historia del Paraguay, afirma que “la yerba es el medio más idóneo que pudieran haber descubierto para destruir al género humano o a la nación de los indios guaraníes”.
En 1611, el gobernador de Asunción Marín Negrón dicta penas para las personas que tuvieran yerba, con cien latigazos para los indígenas y cien pesos de multa a los españoles. Lo mismo ocurría en Buenos Aires y, además de multa, se establecía la cárcel para los que tenían yerba.
Los primeros trabajos de reproducción de la planta fueron dificultosos, incluso para los jesuitas, quienes comprendieron el secreto de la misteriosa germinación de las semillas de yerba, descubriendo que solamente germinaban aquellas que habían pasado por el sistema digestivo de los tucanes.
Hoy en día, las semillas tratadas para el cultivo son extraídas de los frutos que maduran a mediados de marzo. Las semillas forman racimos en las ramas; son verdes primeramente y, cuando están maduras, adquieren un color violáceo como el vino. En este momento se deben cosechar para su multiplicación en almácigos y viveros. En trabajos que he realizado en Valepai, finca experimental de Caacupé, lo recomendable es, una vez recolectados los frutos, colocar estos en una bolsa de arpillera y sumergir en agua durante unos dos días. Este procedimiento se realiza con el fin de ablandar la pulpa que está adherida a las semillas. Después, los frutos se colocan sobre una tabla y se pasa sobre ellos una botella o un rodillo de madera con cierta presión a fin de conseguir que se abra la pulpa. Aparte, en un recipiente se tendrá agua mezclada con arena; ahí se colocan los frutos macerados; luego estos se estrujan con las manos hasta separar las semillas de la pulpa. A continuación, se lavan con agua limpia tantas veces como sea necesario hasta obtener semillas limpias. Es recomendable secar las semillas bajo sombra, en un lugar alto, seco y ventilado.
La siembra se puede realizar en almácigo, al voleo, empleando unos 400 g de semilla por metro cuadrado de almácigo, que se distribuyen uniformemente, presionando después con una tablilla o rodillo para conseguir adherencia al suelo. Conviene cubrir con una fina capa de tierra o mantillo de 1 cm de espesor. Para una hectárea se necesita 1 kg de semilla. El trasplante del almácigo al vivero se realiza cuando las plantitas tienen 4 cm a 5 cm de altura y tres a cuatro hojitas. Las plantitas del almácigo se extraen por grupos con una porción de tierra adherida y se plantan en un vivero a 25 cm entre hileras, y 10 cm a 15 cm entre plantas. Cuando estas plantitas alcanzan unos 20 cm de altura, se llevan al lugar definitivo, dejándose una distancia de 3 m a 4 m entre plantas y entre hileras para permitir un mejor cultivo. Al segundo año, se recomienda una poda de formación eliminando los chupones. La cosecha de las ramas de las cuales se extraerán las hojas, se hace después de los tres años. Algunas plantas permiten una entresacada a los dos años. Nosotros realizamos la recolección a los tres años mediante cortes adecuados de las ramas, con machete afilado y en ángulo para evitar daños a las plantas. El curado lo hicimos en forma artesanal. Para tener una idea del valor nutritivo de la yerba mate, tomemos como ejemplo el contenido de 50 gramos de ella, es decir, el contenido de un mate o la cantidad para preparar un litro de mate cocido. En esta cantidad podemos tener 40 kilocalorías y algo más de 1,5 g de proteína de buen valor biológico.
Prácticamente no contiene fibras alimentarias ni lípidos, sí algo de glúcidos, que es lo que le da la energía. Una gama apreciable de vitaminas está presente: 3.25 mg de ácido pantoténico (B3 y B5); 0.35 mg de rivoflavina o lactoflavina (B2); 0.121 mg de tiamina o vitamina antiberiberi (B1); y 0.50 mg de ácido ascórbico. Esto quiere decir que al consumir mate o cocido, se incorporan al organismo sustancias necesarias para el mantenimiento del organismo y para la salud.
Los minerales se encuentran presentes en una gama bien amplia y en cantidades apreciables. El más abundante es el potasio, con 548 mg. En una cebadura, podemos obtener además 330 mg de calcio y 185 mg de magnesio. También aporta hierro 23.6 mg; fósforo 17.20 mg; yodo 16 mg; zinc 4.75 mg y cobre 1.38 mg. A medida que más se estudia esta planta, se agregan más principios nutritivos.
Esta planta tiene además varias virtudes medicinales. Posee cafeína, lo que produce efectos parecidos al café y al té. El mate cocido se recomienda para lavar heridas y llagas supurantes, pues tiene una acción desinfectante. En las quemaduras se puede aplicar mate cocido frío; esto ayuda a aliviar el dolor. Nuestro acostumbrado tereré, además de quitar la sed, ayuda a reanimar a las personas que sufren de insolación. Se puede preparar una bebida fría poniendo una cebadura, es decir, unas tres cucharadas en un litro de agua a temperatura ambiente; se deja a la sombra por unas tres o cuatro horas; se cuela y luego se enfría. Se puede usar como agua de bebida o como paño refrescante en la cabeza. Las diferentes preparaciones se pueden endulzar con ka’a he’ê, que tiene varias propiedades medicinales además de edulcorante sin calorías.
Personalmente, recomiendo usar la base sobre la bombilla el ka’a he’ê y sobre ella la yerba mate.
FUENTE: http://www.abc.com.py/
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