Dos semanas atrás, José Gregorio Martín tenía razones para sentirse al menos satisfecho. Con un precio promedio de seis bolívares fuertes por kilo, el pago recibido por su cosecha de cebollas al menos cubría sus costos de producción, estimados en Bs.F. 5,91 por kilo.
Pero el anuncio hecho la semana pasada por el ministro de Agricultura y Tierras, Juan Carlos Loyo, sobre la inminente importación de hortalizas, derrumbó la frágil estabilidad de los productores: en una semana el precio de la cebolla cayó más de 33% hasta ubicarse en Bs.F. 4 el kilo, lo que significa una pérdida de dos bolívares fuertes por cada kilo de la hortaliza comercializado.
"Por cada kilo vendido estamos perdiendo dos bolívares. No creo que esta situación pueda resistir mucho tiempo", afirma Martín, uno de los cerca de mil productores de cebolla del Valle de Quíbor, Lara, la mayor zona de producción de este vegetal en el país.
Juan Carlos Gómez, presidente de la Fundación Pro Desarrollo de la Cebolla del Valle de Quíbor (Fundacebolla), no solo coincide con Martín en acusar pérdidas, sino que afirma que el incremento de las importaciones de cebolla (asegura que ya se viene ejecutando un regular ingreso del rubro), acabará con muchos pequeños productores, quienes no podrán colocar sus cosechas ante una competencia desigual con un producto subsidiado y adquirido a dólar oficial.
Según las estimaciones de los productores larenses, el producto importado es cancelado en promedio a 0,67 dólares el kilo, lo que en moneda nacional a cambio oficial (Bs.F. 4,30 por dólar) significa que se paga a Bs.F. 2,88 el kilo, precio muy por debajo de los costos de producción locales.
"Así es imposible competir", señala José Gregorio Martín, quien asegura que de acelerarse el ritmo de importaciones, unos 20.000 trabajadores directos de la zona de Quíbor quedarán sin empleo en los próximos meses.
Los productores señalan además que el problema del encarecimiento del producto en el comercio final (razón esgrimida por Loyo para justificar la importación), no es causada por el agricultor, quien en el mejor de los casos recibió este año siete bolívares por kilo; precio que no guarda relación alguna con el costo de venta en Caracas, donde la bulbosa hortaliza se vendía este fin de semana entre 20 y 27 bolívares, según la calidad y el sitio de expendio.
"Es a la cadena comercial donde se tiene que centrar la atención de las autoridades, porque nosotros recibimos un precio muy bajo por la cosecha. Si las autoridades saben que son los intermediarios los que se quedan con la ganancia, no entiendo por qué no actúan con ellos", acotó el presidente de Fundacebolla.
Para llorar
El anuncio de las importaciones y la consecuencial reducción de precios, es otro más de los muchos problemas que enfrentan los productores de hortalizas de la región quiboreña, una zona que de producir cerca de 80% de las 10 toneladas mensuales de cebolla que demandan los consumidores venezolanos, suple hoy aproximadamente 53% de la demanda nacional.
"En los últimos dos años hemos tenido precipitaciones más pronunciadas de lo normal, lo que ha afectado el rendimiento por hectárea", acota productor Pedro Pérez, quien desmitifica la tesis de que a mayor lluvia mejor cosecha.
Recuerda que si el valle de Quíbor es un sitio idóneo para la producción de este bulbo, es por su condición de terreno semiárido, permanente incidencia solar y baja humedad relativa, lo que ayuda a formar una cebolla resistente a enfermedades y al prolongado almacenamiento.
No obstante, desarrollar cultivos de estas características solo es posible con la adecuada disponibilidad de agua e insumos, dos de los más escasos bienes en la zona actualmente.
En cuanto al recurso hídrico, tomando en cuenta que la mayor parte del riego es posible gracias a pozos artificiales, se tiene que la superficie máxima "regable" del valle es de unas 3.000 hectáreas por ciclo para 6.900 al año, en su mayoría destinadas a la siembra de cebolla, pimentón, tomate y cilantro.
"Si el sistema de riego del proyecto Yacambú estuviese terminado (se inició en 1973), pudiéramos incrementar hasta en 370% la producción en el valle, pero por ahora no disponemos de esa agua", señala Arnoldo Fréitez, productor de la zona.
Con esta limitación casi infranqueable a cuestas, los agricultores de Quíbor se las arreglan para perseverar en sus labores, mas no con la falta de insumos básicos como semillas, fertilizantes y agroquímicos.
"Tenemos problemas para conseguir insumos, y sin una adecuada fertilización y control de las plagas, el rendimiento por hectárea se reduce", señala Fréitez, quien vio perder su siembra de cebollas y debió migrar a otros rubros; todo ello, según dice, por las grandes dificultades de Agropatria para abastecer la demanda regional, así como por las serias dificultades para lograr ser cliente de la antigua Agroisleña.
Si a ello se suman males "menores" como alzas de hasta 300% en el precio de algunos insumos, carencia de repuestos para maquinarias, escasez de combustible y gastos adicionales en seguridad personal, la mezcla no resulta muy agradable que se diga.
"Además de una caída del rendimiento por hectárea, nuestros costos de producción se han incrementado en al menos 40% para esta cosecha. Si aparte vamos a vender por debajo del costo de producción, definitivamente la agricultura en Quíbor está condenada a desaparecer", puntualiza Juan Carlos Gómez.
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