Paxil, el lugar donde surgió el maíz










POR FRANCISCO MAURICIO MARTÍNEZ





Juan Mérida Rodríguez, de 109 años, es uno de los pobladores que están preocupados por esta situación. “Mi tata —Severo— nos enseñó a cuidar esta planta, porque fue la que nos dio el sagrado maíz, pero está desapareciendo porque usan mucho veneno como el gramoxone”, expresa.





Esta planta es conocida en Mesoamérica como teocinte y teocintle; sus variedades se reproducen de manera escasa en algunas montañas de México, Honduras y Nicaragua. En Guatemala crece en los municipios de San Antonio Huista y Santa Ana Huista, así como en Jacaltenango, zonas que podrían ser identificadas con el mítico lugar maya Paxil.





En Jutiapa y Jalapa crece otra especie de teocinte, el Zea maíz luxurians, pero los investigadores opinan que este no tiene relación con la evolución genética de origen del actual maíz, lo cual sí tiene el de la región Huista, el Zea maíz huehuetenangensis.





El doctor en Genética César Azurdia afirma que la especie de teocinte que existe en esta región de Huehuetenango es única en el mundo —endémica— y es una de las que genéticamente más se parece al maíz actual, por ejemplo, en cuanto a resistencia a plagas e inundaciones.





Una de las incógnitas que los científicos aún no han logrado despejar en este proceso evolutivo es cómo y en qué momento se formó el olote de la mazorca, ya que el teocinte no lo tiene, debido a que sus granos están unidos entre sí.





Francisco Vásquez, profesor de Fitogenética de la Facultad de Agronomía de la Universidad de San Carlos, dice que el origen del maíz es un enigma, ya que la estructura polística de los granos alrededor de un raquis central —olote— es una característica de la cual se ha podido determinar el origen.





Hasta ahora no se tiene certeza en qué lugar se originó este cereal; algunos científicos lo ubican en México, mientras que otros en Guatemala. En lo que sí están de acuerdo es que su origen es Mesoamérica.





Los cerros del Ixim





El avance de la frontera agrícola está haciendo desaparecer estas plantas silvestres, que algunos pobladores de edad avanzada llaman Salic y a la cual tradicionalmente identifican como el grano que le dio origen al maíz, que en el lugar conocen como Iximqú—ixim significa maíz, y qú, sagrado, divino—.





Saturnino Camposeco, originario de Santa Ana Huista, quien durante 50 años se ha dedicado a la agricultura, explica que aún hay teocinte en las partes altas, pero “se está terminando porque pocos campesinos quieren trabajar tradicionalmente usando machete y azadón; solo quieren emplear venenos, con lo cual lo destruyen”, afirma.





Rubén López Herrera, coordinador de la Asociación para el Desarrollo Sostenible de la Mancomunidad Huista, a quien el 17 de agosto recién pasado le otorgaron el reconocimiento Protector de la Naturaleza de la Tierra Chajil Uwachulew, refiere que en los lugares donde más se observa esta planta son en los cerros de Güigüitz y Sajagua.





Infravalorado





El teocinte ha sido ignorado no solo por los pobladores, quienes lo tratan como maleza, sino también por las autoridades, que nunca han tratado de preservarlo. Tal situación podría cambiar ahora, después de que este 22 de agosto el Gobierno declarara al maíz como Patrimonio Nacional, con lo cual se comprometió a protegerlo y promover su investigación.





Según Azurdia, el teocinte tiene un gran potencial genético para mejorar otras variedades. Sostiene que contiene genes que pueden mejorar el maíz cultivado, ya que es resistente a sequías, cambios de temperatura y enfermedades.





Fue descubierto en 1945, pero no hubo mayores estudios, salvo los efectuados por Azurdia, quien en 1983 hizo las primeras colectas. Posteriormente regresó a la región y observó que en muchas partes ya se había extinguido.





El legendario paxil





La vida de los pueblos mayas ha girado en torno al maíz, ya que está presente en cada una de las actividades que rigen su cosmovisión, espiritualidad y cultura.





Todo esto se describe en el Popol Vuh, el cual narra que del lugar llamado Paxil se trajo el maíz, para formar el cuerpo de los primeros habitantes, por lo cual se le rinde culto.





En Santiago Chimaltenango, Huehuetenango, por ejemplo, recibe el nombre de Padre Paxil, y en Colotenango, K’txu —nuestra madre, en mam— o Paxil.





Cuenta la tradición que cuando no había maíz, los pobladores se alimentaban de la raíz de una planta llamada txetxina —madre maíz—, cuya raíz era muy grande y de tallo único.





La mujer tiene un papel protagonista en el Popol Vuh, cuando se narra que Ixquic quedó embarazada de la calavera de Huh-Hunahpú, que pendía de un árbol de jícaro, por lo que fue rechazada por su padre Cuchumaquic, señor de Xibalbá.





Ixquic fue en busca de Ixmucané, madre de Hun-Hunahpú, quien le dijo: “Anda a cosechar una red grande de maíz y vuelve enseguida. Ixquic se fue a la milpa, pero solo había una mata de maíz. Se llenó de angustia... Entonces invocó ayuda a tres diosas vinculadas al culto del maíz: Ixtoc, Ixanil, Ixcacau. A continuación cogió los pelos rojos del maíz, sin cortar la mazorca, y los acomodó en una red como si fueran mazorcas. La red se llenó completamente. Los animales del campo llevaron el maíz a la casa... Eres mi nuera”, confirmó, entonces, Ixmucané.





Cultivo Domesticado





Distintos estudios coinciden en que el maíz fue domesticado hace unos seis mil años —10 mil, según otros— y que su más cercano predecesor son las distintas especies de teocinte que crece en México y Centroamérica.





No se sabe aún cómo se dio el cambio de teocinte a maíz, pero en excavaciones arqueológicas se han encontrado olotes de tres centímetros de largo similares al del maíz, lo cual indica una evolución, ya que las actuales mazorcas llegan a medir hasta 20 centímetros.





Es el cereal de mayor producción en el mundo y parte de la dieta básica de Latinoamérica y otros países. Fue introducido en Europa en el siglo XVI y su popularidad fue extendiéndose.





La historia del maíz parece ser la de una planta domesticada, modificada y atada a la existencia del ser humano.





Hasta ahora, el candidato más cercano para desentrañar la evolución de esta planta es el teocinte, pues su cercanía genética y características morfológicas así lo establecen; no obstante, la especie sigue desapareciendo.





“Nos daría mucha tristeza perder estas especies que están relacionadas con el cultivo más importante para la dieta del guatemalteco”, manifiesta Vásquez.








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