Bajos precios y falta de insumos socavan la agricultura en Quíbor ‎


Si algo caracteriza a los habitantes del Valle de Quíbor es su tesón: asentados sobre una llanura semiárida de suelos pobres en nutrientes y escasos recursos hídricos, los quiboreños se las han arreglado para hacer de esta tierra seca y soleada una de las principales zonas productoras de hortalizas del país, en particular de cebolla, tomate, pimentón y vegetales de hojas verdes. Sin embargo, las condiciones actuales y las perspectivas no lucen muy favorable para los agricultores regionales, quienes han comenzado a migrar hacia otras actividades para paliar los magros resultados de la siembra. Un inusitado incremento de la pluviosidad, la promesa incumplida de un sistema hidráulico iniciado hace 38 años, fallas en el suministro de insumos, galopante inseguridad y amenazas de importación de hortalizas para competir con la cosecha nacional, conforman un pull de males que agobian a los cerca de 1.500 productores locales, muchos de ellos descendientes de los canarios que 60 años atrás iniciaron la conversión del árido valle en zona de producción. De hecho, el cultivo de cebolla, el rubro bandera de la zona, se redujo en los últimos años 44%. "Hace unos años producíamos 80% de la cebolla consumida en el país y hoy solo representamos 53%", afirma Juan Carlos Gómez, presidentes de la Fundación pro desarrollo de la cebolla del valle de Quíbor, Fundacebolla. De igual manera, la siembra de tomate y pimentón se ha reducido en el último año considerablemente, mientras que el auge del cilantro, cebollín, perejil y otras yerbas, ha hecho descender el precio pagado a los productores hasta valores irrisorios. Ni tan buena Contrariamente a lo que se pudiera creer, para los productores de Quíbor el incremento de las lluvias es un dolor de cabeza. "Las lluvias persistentes hacen necesario la fumigación para enfrentar las plagas. Eso, por supuesto, incrementa los costos de producción y reduce el rendimiento por hectárea. Es decir, producimos menos y más caro", afirma Gómez, quien en su finca de 10 hectáreas cultiva cebolla, cilantro y melón. Pedro Pérez, otro productor de la zona, explica de el problema es lo difícil que se ha hecho conseguir los pesticidas y fungicidas necesarios, lo que ha acabado con cosechas enteras en poco tiempo. Fue el caso de Arnoldo Freitez, a quien la falta de fungicida le llevó a perder su siembra de cebolla. "No pudimos atacarla a tiempo y perdimos la semilla. Ahora siembro maíz y cilantro", dice el también gerente de la cooperativa Florencio Jiménez. Las lluvias también han afectado el rendimiento por hectárea. "Lo ideal sería obtener 25.000 kilos por hectárea, pero si llegamos a los 20.000 podemos darnos por satisfechos", comenta Juan Carlos Gómez, al tiempo de afirmar que con los precios pagados actualmente, los productores pierden por cada cosecha. Según cálculos de los agricultores, producir una hectárea requiere una inversión promedio de Bs.F. 90.000. Si se producen 20.000 kilos, será preciso venderlo al menos a Bs.F. 6 el kilo para tener una ganancia "aceptable". "Pero nos están pagando a 4 bolívares fuertes el kilo, es decir, estamos perdiendo por cada kilo que vendemos", acota José Gregorio Martín, quien en menos de una semana perdió cerca de un millón de bolívares tras la caída del precio luego del anuncio hecho por el Ministro de Agricultura y Tierras, Juan Carlos Loyo, en torno a que el gobierno importará hortalizas para frenar el alza de precios. Intermediarios que matan "No somos nosotros los que aumentamos los precios. Seguimos siendo los que llevamos la peor parte porque cada vez nos pagan menos. El intermediario gana mucho dinero, él es el que hay que supervisar y si tiene mucha rentabilidad, a él es al que hay que cobrarle impuestos. ", acota Gómez. En efecto, mientras el productor recibe Bs.F. 4 por kilo de cebolla, el consumidor caraqueño cancela entre 20 y 30 bolívares por este vegetal, lo que deja claro que es en la cadena comercial donde se materializa el alza de hasta seis veces más del monto recibido por el agricultor. Algo similar ocurre con otros rubros. Para sembrar una hectárea de cilantro, por ejemplo, se requiere invertir unos 6.000 bolívares para obtener un rendimiento de unos 3.600 kilos que, actualmente, son pagados a razón de menos de un bolívar el kilo. "Con ese precio no es rentable sembrar", dice Arnoldo Freitez. Adiós Agroisleña La nacionalización de Agroisleña, nacida en tierras quiboreñas a finales de los años 50, fue poco menos que un golpe mortal para los productores de la zona. "Agropatria no ha podido sustituir a Agroisleña, carecen de productos y cuando los tienen es en poca cantidad, por lo que tenemos que comprarlos a revendedores o a otras casas distribuidoras", señala José Matín, quien recuerda que la expropiada y aun no cancelada empresa financiaba cerca de 70% de la producción nacional de cereales y hortalizas, y distribuía un porcentaje de los agroinsumos necesarios. Martín, quien antes compraba hasta un millón de bolívares semanales a Agroisleña y hoy es persona non grata en Agropatria, destaca que tras la nacionalización, se establecieron complejos trámites para la adquisición de productos Agroisleña, lo que complica aún más poder hacerse con los insumos distribuidos por la empresa estatal. "Tuvimos problemas con los insumos, especialmente con las semillas, que pudimos remediar buscando productos en otras casas. Hoy ya no distribuimos los productos de Agropatria porque no tiene inventarios suficientes", acota Arnoldo Freitez, gerente de una de las cooperativas agrícolas más antiguas del país (43 años), con 1.200 socios y que atiende a todos los interesados de la zona. Alzas que no paran Blasina Vargas, propietaria de Campo Lindo, una productora de plántulas para siembra en ambiente protegido (invernadero), también ha sufrido los embates del aumento de los costos de producción. "Aunque menos que el año pasado, hay dificultades para conseguir la semilla y el costo se ha incrementado considerablemente. Una lata de 25.000 semillas de tomate Shanty cuesta Bs. 6.400 y hasta Bs.F 8.000, cuando un año atrás pagábamos Bs.F 3.000". Pionera en la modalidad de reproducción en invernadero en la zona, Vargas señala que solo la economía de escala le ha permitido sobrevivir a los incrementos de los insumos, que en su totalidad son importados. A modo de ejemplo señala que las bandejas donde siembra las semillas costaban Bs. 4 cuando inició el negocio hace cinco años, mientras que hoy paga Bs.F. 19. Del mismo modo, el fardo de 25 kilos de sustrato (tierra) canadiense que compraba el año pasado en Bs.F. 117 pasó a costarle Bs.F. 350, un alza de más de 200%. Y ni hablar del costo de hacerse con el agua. Dado que el agua superficial es en extremo escasa, la mayor parte del preciado líquido proviene de un acuífero a unos 180 metros de profundidad. "Perforar un pozo a esa profundidad cuesta entre 800.00 y un millón de bolívares fuertes, una cifra que es impagable para muchos productores", acota Eliseo Martínez, un antiguo productor de hortalizas que tras quebrar hace algunos años, encontró en el lácteo un segmento de negocio relativamente más gratificante, alcanzando un grado de eficiencia que ya desearían muchos: 17 litros de leche por vaca al día, cuatro veces más del promedio nacional de 4 litros diarios. "El problema es que el control de precio de la leche nos tiene ahorcados", dice Martínez, quien recuerda que para producir un litro de leche debe invertir cuatro bolívares y a cambio recibe Bs.F. 2,5. Así como Martínez, Juan Carlos Gómez también analiza la diversificación como tabla de salvación. De hecho, espera sembrar 20 hectáreas de aguacate y limón, así como introducirse en el negocio de la cría de ovejas lecheras y gallinas ponedoras. "Nos están obligando a dejar la agricultura, pero debemos buscar alternativas que nos permitan subsistir", puntualiza. 


 


jhurtado@cadena−capriles.com

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